Los Qollqa fueron construidos a la altura de la Laguna de Cotapachi para su permeabilidad de aire húmedo. |
7. Adenda N° 1 Urkupiña:
Al parecer, el reportaje cayó bien a muchos de nuestros lectores y lectoras, quienes mandaron sus mensajes tanto por Facebook como por mail. Eso me anima a seguir trabajando en esa línea. Pero un mail, que sobresale de las otras, dinamizó mi trabajo e hizo que diera un karaku y una challada en este mes de la Pachamama, donde los cochalos y cochalas están preparándose para ir de fiesta al cerro de Urkupiña el 15 de agosto: unos o unas ensayando en sus grupos de baile para participar todo colorido y alegre en la entrada, otros(as) afanosos(as) alistando la piedra (o las piedras) “capital” para devolverla al cerro, a la Pachamama. El curita debe estar en planes de la misa que celebrará en la capilla del cerro.
Esa es una fiestona pues... Yo diría igual o mejor que la de “Gran Poder” de La Paz o el Carnaval de Oruro. La cochala tiene pues un nombre propio, uno histórico incaico: Urkupiña. Además está en medio de la zona de la Riqueza Arqueológica de Cochabamba.
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¿Pero en eso del nombre Urkupiña será cierta mi apreciación? Justamente de eso trata la valiosa nota de la compatriota llajtamasi de Urin-Perumanta, Maethu Espejo, a quién ya la agradecí por el palancazo. Con mucho tino indica que Urkupiña puede tener otra forma de escribir. En concreto se trata del sufijo “ña”. La acuciosa lectora indica que en runa simi es común el uso “na”, y se la usa claramente para la sustantivización. Presenta otros ejemplos: paqarin (amanecer) en paqarina= lugar donde amanece; t’ inkuy (juntarse) en tinkuna= lugar de encuentro. Más que ese “pequeño” detalle, para mí fue de extraordinaria importancia su observación siguiente. Ha leído y escuchado con frecuencia que los quechuistas del altiplano boliviano usan el sufijo “ña” en vez del “na”, cuyo uso es frecuente en Urin-Perú. Opina que los hablantes del runa simi pueden haber cambiado su “na” por el “ña”. Según ella, de ser cierta esa situación, estaríamos hablando de una “superposición hibridizante y de un barbarismo”, causada por la proximidad de los dos idiomas.
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Inmediatamente pensé en “Suma Qamaña” (Buen Convivir), la palabra aymara que más conozco y la he estudiado. (De niño dominaba el aymara ahora no, pero puedo defenderme.) Aun sonaba en mis oídos las palabras de David, es decir los topónimos de la zona. La mayoría de ellos está en aymara. Me hacía recuerdo que los aymaras habitaron la zona. El topónimo más sobresaliente es Cotapachi, que debiera escribirse como “Q’utapachi”, y es una palabra aymara, que hace referencia a la laguna. Urkupiña, sin embargo, es runa simi (quechua), la pana Maethu también la acepta como tal.
Estaba confundido con la observación de Maethu, no podía dormir. He repetido n veces Urkupiña, disgregado en sufijos como rompecabezas, buscado en diccionario aymara y quechua y nada. Trate de ubicarlo al aymara que sacó el primer diccionario aymara-ingles-aymara, sin éxito. Llamé a mi amigo J’ach Manuel, que habla muy bien las dos lenguas, pero está en preparativos de la fiesta de Pachamama. Estaba como un enfermo que va donde un médico, después al otro y así tocando varios consultorios, pero sigue enfermo.
Así no podía seguir, finalmente decidí ir al yatiri, el experto. Revisé a Donato Gómez Bacarreza que domina las dos lenguas. Y vean el sorprendente resultado: los dos idiomas utilizan el sufijo “ña”, no en forma idéntica, sino en diferentes casos gramaticales. El aymara utiliza ese sufijo verbal para denotar su función de verbo infinitivo (ver Qamaña= convivir), y el runa simi la utiliza para un caso verbal, que a mí opinión es gerundio: tarpusanña= está sembrando. Arriba dije no tienen un uso idéntico, claro en el caso de los sufijos verbales. Pero en otro caso sí; ña para un mismo sufijo adverbial: en aymara janiñaw munktti y en runa simi manaña nuqa munanichu, que en español se la traduce como ya no quiero. Ambos lo utilizan para el adverbio ya no.
Pero para responder a la observación de la compatriota de Urin-Perumanta, averigue si en runa simi había el uso del sufijo “na” con uso similar o idéntico con el sufijo “ña” del aymara. Y nuevamente la sorpresa: sí existe, en aymara sataña jaw utji y en runa simi tarpunay tiyan para tengo que sembrar. El sufijo en cuestión va acompañado por el verbo auxiliar tener (utji y tiyan en los dos idiomas respectivos). Los lingüistas tendrán que responder a la pregunta: ¿quién se prestó de quien?
Concluimos: notamos uso formal homogéneo del “ña”; existe identidad de aplicación del sufijo en un caso; utilizan el sufijo en diferentes casos; y una superposición por similitud fonética (ña por na en el caso del runa simi), a la que llama nuestra amiga de Urin-Perumanta barbarismo.
Toda esa situación descrita nos lleva a una conclusión más general de importancia singular: el entrelazamiento de las culturas quechua y aymara en un mismo habitad, que en el caso de la práctica de sus idiomas se ve usos comunes y préstamos mutuos de sufijos o palabras, tal cual constata Maethu Espejo.
Cada vez que “escarbo” los dos idiomas soy prisionero de la pregunta: ¿Cuál el origen de los incas?. De una cosa estoy seguro, ellos no se llamaron “quechuas”, fue el curita Fray Domingo de Santo Tomas el que bautizó el Idioma General de los incas con “quechua”. Los incas no podían haber dicho que fueran quechuas. ¿Quiénes fueron entonces? Para mí, eran incas de origen aymara. ¿Qué dicen los historiadores? Escríbanme a tanitani1@web.de
(Estimado lector y lectora, aún tenemos la adenda n° 2 en el próximo número. Volveremos al tema de la Jauja) |