Las construcciones de viviendas particulares que avanzan en dirección al sitio aqueológico. |
3. La jauja
De ser cierta esa situación, mi tincaso no estaría alejado de esa realidad histórica. Le pregunté a David sobre esas posibilidades. Me respondió que no tenían medios financieros para continuar con su investigación, y que toda conjetura, en este caso hipótesis, debe ser demostrado con excavaciones.
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Al fondo el cerro de Urkupiña visto desde el frente de la laguna Cotapachi. |
Indudablemente tiene que haber existido un centro administrativo así como en Hatun Xauxa, siendo así que esa era la segunda de importancia. Es decir el complejo de silos de Cotapachi tenía más cantidad de silos que el de Perú, era la más grande del imperio incaico, indicó David.
Increíble, sencillamente increíble le dije a mi ilustre guía. Mi mente estaba procesando ideas, parecía un software, lo llamaría software histórico de los incas, que bajaba, subía, comparaba y desechaba datos. Hatun Xauxa les ha debido impresionar tanto a los españoles que lo convirtieron en sinónimo de abundancia y prosperidad. Xauxa se escribe hoy como Jauja. Y la Real Academia explica su origen con el nombre de un valle en Perú famoso por su riqueza. Para los incas el término fue un simple topónimo. Lo material era sólo una parte de la felicidad de la vida. Pero ese es otro tema. Si Hatun (gran) Xauxa (Jauja) fue tan importante, qué sería Cotapachi?, terminé mi comentario moviendo mi cabeza. |
David me miró con ojos de sorpresa. Luego dijo: ojalá todos tomaran la misma actitud tuya. Muy a pesar de que tenemos disposiciones legales que nos respaldan, debemos luchar para mantener este patrimonio. Al tiempo de hablar se acerco al mural de adobe. Y mostrándome con el dedo, me dijo: mira, lo que aquí está escrito; es una sola parte de decretos y leyes. Ahora ha sido declarado como Monumento Arqueológico Nacional según la Ley 3479. No obstante, es la misma Municipalidad de Quillacolo que ha instalado su botadero urbano e industrial a tan sólo 200 m. de las qollqa. Para el colmo de los colmos, los propios quillacolleños intentan lotear la zona. Retiran las piedras de las ruinas, prenden fuego a los arbustos. David se había alejado del mural y se movía de un lado a otro y hacía gestos con su cabeza y sus manos. Noté que estaba muy molesto por toda esa calamidad pública.
Para mí, lo descrito por David, era el comportamiento de una población que no conoce su historia. Tenemos una especie de demencia senil de la historia que los colonialistas y neocolonialistas tanto de izquierda y derecha se ocuparon de implantarnos en forma artificial. De esa demencia senil artificial padece un 99,9 % de la población boliviana. Y los síntomas se expresan en una mayoría de criollos, mestizos y originarios. Reitero no todos tienen ese comportamiento, pero un 99,9% de ellos. Los constructores de la vía férrea que pasa por cerca de Tiahuanaco utilizaron las piedras reliquias de ese sitio arqueológico como durmientes de las rieles, indican historiadores. Esa vez eran los ingenieros constructores los autores. La actitud de los criollos es comprensible pues esos lugares no son de sus antepasados, pero la de los originarios es criminal en su máxima expresión. Se sabe que los propios habitantes de ese monumento internacionalmente conocido, ahora como los responsables de cuidarlos, son los que los descuidan y ven con la pasividad de muerte como las piedras se vienen deteriorando irreparablemente. En el departamento de Potosi, Municipo Porco, están destruyendo partes del Qhapaq Ñan, el camino inca.
Con la historia que acababa de contarme David, estaba convencido que la demencia senil de nuestra historia puede ser la muerte del Estado Plurinacional, que tanto se habla, si no cambiamos nuestra actitud nociva frente a la riqueza histórica de Bolivia. ¿Qué hacen los dirigentes de la Federación de Campesinos? ¿Qué hacen los aymaras, los quechuas y sus autoridades? ¿Qué hace Evo? Y había llegado el momento oportuno para satisfacer mi inquietud personal. ¿Y vino él aquí?, le pregunté a quema ropa. No, fue tajante en su respuesta. Luego acotó, no, que yo sepa. Es más, continuó, le invitamos visitar las ruinas y nos hizo decir que si había 4 mil personas podía venir. Tanto no, 3 mil silos tenemos, acotó David sin mucho comentario. Ahora me explicaba su silencio de hace rato. ¿Imagínate?, fue mi reacción. Si nuestro presidente, un indígena, lo ignora, ¿qué será de los demás? Es el colmo de los colmos.
( Conozca en el próximo número de Tani Tani el rol del maíz en la historia de la humanidad).
El lago Cotapachi, que pocas veces se la ve con agua. Al fondo está el pueblo de Urkupiña a lado del cerro del mismo nombre. El nicho vallecito está en la parte izquierda de la foto.
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